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lunes, 5 de marzo de 2012

ARGENTINA DE LA GRANDEZA A LA DECADENCIA


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ARGENTINA DE LA GRANDEZA A LA DECADENCIA

Armando Ribas, abril de 2009.

Decía George Orwell en “1984”: “El que controla el presente controla el pasado y el que controla el pasado controla el futuro”. Si hay un país en el que esta sagaz observación histórico política tiene un valor determinante, ése es La Argentina. Es realmente sorprendente, y yo me atrevería a decir inexplicable, que un país que vive consciente y sufriendo su decadencia se empeñe en valorar y aplicar políticamente las doctrinas que la determinaron. Y por el contrario ignora y aún descalifica aquellas que produjeron su indiscutible grandeza.

Permítanme entonces recordar un hecho histórico mucho más relevante para el futuro del país que el proyectado recordatorio del Bicentenario. Ese hecho histórico no es otro que la victoria de Urquiza en Caseros el 2 de Febrero de 1852, que produjo el derrocamiento de Juan Manuel Rosas, y la instauración de la Constitución de 1853-60. En 1810 se logró la independencia, pero a partir de 1852 La Argentina logró la libertad. Como muy bien dice Alberdi: “La patria es libre cuando no depende del extranjero, pero el individuo no es libre cuando depende total y absolutamente del Estado”.

Desde la independencia en 1810, hasta la caída de Rosas, la política argentina, tal como el resto de los países de América del Sur, se habría desarrollado entre el mantenimiento de las Leyes de Indias, al decir de Alberdi (la Edad Media) y las pretensiones iluministas de la Revolución Francesa. Religión o muerte es un principio tan devastador de la libertad, como Patria o Muerte que deviniera como síntesis del totalitarismo racionalista europeo. Como consecuencia, en 1853 La Argentina tenía un millón de habitantes, con un 80% de analfabetos y era uno de los países más pobres de América..

Las doctrinas que determinaron la política argentina después de Caseros, lograron que a principios del siglo XX fuera el séptimo u octavo país más rico del mundo, su población alcanzaba a siete millones de habitantes y el analfabetismo se había reducido al 25%.de la población. No obstante esta realidad indubitable, que puede considerarse el proyecto político más exitoso del mundo durante la segunda mitad del siglo XIX, fue desvalorizado como el resultado de la Pampa Húmeda y descalificado políticamente como oligárquico y económicamente dependiente..

No es que quiera desconocer el derecho a celebrar el Bicentenario, tan solo me preocupa la ignorancia de la razón de ser del pasado glorioso, que lamentablemente, ha condicionado y continúa determinando el futuro de Argentina. Se ignora que la Constitución de 1853-60 significó que la Argentina se adelantó a Europa en el proyecto de la libertad. Ésta tuvo que esperar por los tanques Sherman y el Plan Marshall, para evitar ser nazi o comunista. No obstante, nadie parece preguntarse siquiera cual fue la causa de la inmigración. En esa época, en Argentina se reconocían derechos que eran desconocidos en Europa bajo la dictadura de Napoleón III en Francia y el inicio del fascismo de Bismark en Alemania.

Tanto Alberdi como Sarmiento se percataron de la naturaleza de este proceso. Fue así que Sarmiento dijera que de Europa no se podía esperar nada y que si algo se podía esperar era de Estados Unidos cuya Constitución correspondía a la de Argentina.(sic). Por ello en sus Comentarios a la Constitución de 1853 refiriéndose a las relaciones del sistema federal con su ejemplo que eran los Estados Unidos dice: “ Sirva esta simple comparación para mostrar lo que nos hemos propuesto en Los Comentarios a la Constitución de la Confederación Argentina que principiamos, y es aplicar al texto de sus cláusulas las doctrinas de los estadistas y de los jurisconsultos norte-americanos y las decisiones de sus tribunales”.

Por su parte Alberdi, que había visto el desarrollo de las comunas en París, en carta a Sarmiento le dice: “Señor Sarmiento después de haber observado los hechos que han tenido lugar recientemente podemos saber que existe una barbarie ilustrada mucho más peligrosa para la civilización que la barbarie de todos los salvajes de América del Sur”. Estas ideas de la mano de Urquiza, Mitre y el propio Sarmiento y desarrolladas por la llamada generación del ochenta fueron determinantes del éxito político económico de Argentina y origen de la libertad.

Ese proyecto político descalificado e ignorado como antes se dijo, comenzó a desvirtuarse con el surgimiento del nacionalismo católico, como bien lo explica Juan José Sebrelli en su “Historia de las Ideas Política Argentinas”. No hay dudas de que el Nacionalismo Católico, surgió del acuerdo de Mussolini con la Iglesia a través del Concordato de Letrán de 1929, por el cual Mussolini le entregó el EstadoVaticano a la Iglesia, y declaró al catolicismo como religión del Estado. Consecuentemente el proceso fascista que habría de popularizarse de la mano de Perón se fundamentó en la encíclica Quadragesimo Anno donde se aprecian y reconocen los principios fascistas del régimen de Mussolini.

Creo que lo dicho anteriormente requiere de una demostración y por tanto me voy a referir específicamente a los principios contenidos en la encíclica citada. Así dice Pío XI: “Los bienes que el creador destinó a todo el género humano, sirvan en realidad para tal fin”... “Los hombres deben tener presente no solo su particular utilidad, sino también el bien común como se deduce de la índole del dominio que es a la vez individual y general”… “No vemos entonces cómo los bienes que forman la riqueza de los hombres, salen y brotan de las manos de los obreros” ( Teoría del valor trabajo)… y sigue refiriéndose a los sindicatos: “El Estado reconoce jurídicamente al sindicato y no sin carácter de monopolio, en cuanto el así reconocido puede representar a los obreros y los patronos”. Y por último el absolutismo del Estado que reconoce diciendo: “el cual libre de todo partidismo debería estar erigido en soberano y supremo árbitro de las ambiciones y concupiscencias de los hombres”...

Las anteriores conclusiones muestran la síntesis hegeliana del Estado como la divina idea y de las virtudes del proletariado frente a la avaricia capitalista de Marx. A ella siguió la Populorum Progressio a la que me voy a referir en sólo una cita de San Ambrosio que dice:” No es parte de tus bienes lo que le des al pobre, lo que le das le pertenece, porque lo que ha sido dado para el bien de todos tú te lo apropias”. Pues bien la síntesis de estos principios se constituyeron en los Documentos de Puebla de donde surgió la Teología de la Liberación, y llegaron los montoneros y la subversión en América Latina.

Quiero dejar aclarado que esta crítica se refiere a los aspectos políticos y no a la religión. La tolerancia religiosa y el respeto por las creencias ha sido un principio liminar del liberalismo. Y más aun puedo decir que en los anteriores principios sustentados por las encíclicas citadas encontramos manifiestas contradicciones con presupuestos cristianos expuestos en las distintas parábolas de los evangelio. Por ello podemos observar igualmente una contradicción evidente entre la Quadragesimo Anno y su antecesora la Rerum Novarum. En ésta León XIII había reconocido la propiedad como un derecho natural y racional, y asimismo conforme a la parábola de los talentos, valora la desigualdad de la condición humana, la que considera conveniente a la utilidad así de los particulares como de la comunidad. (sic)

Argentina, que fue y debió seguir siendo un ejemplo para el mundo y en especial para toda América Latina, por haber logrado la libertad sin ser ni protestante ni anglosajona, ha desvirtuado su propia historia y con ella su futuro. Hoy toda pretensión de alcanzar el poder político se mimetiza con las doctrinas y el consiguiente sistema que determinó su decadencia. Después de haberse adelantado a Europa en su proyecto de libertad, persiste en las ideologías que determinaron los totalitarismos europeos. Como bien señala Tocqueville: “El socialismo y la concentración del poder son frutos del mismo suelo” Y la concentración del poder no es más que la falta de libertad, o sea el desconocimiento de los derechos individuales en nombre de la distribución.

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